Algunos proyectos exigen la perspectiva que sólo da el tiempo para que pueda apreciarse su verdadera dimensión. Es el caso de Cérvoles Celler, el reto que emprendió Tomàs Cusiné hace ya 20 años con el propósito de rendir homenaje a un territorio vinícola ancestral, recuperando una práctica que por entonces no propiciaba mayor interés en el mundo del vino: la viticultura de montaña.
Habituado a trabajar el viñedo en las llanuras de Urgell –en los dominios de Castell del Remei, la propiedad que su familia adquirió en 1982– Cusiné vivió el descubrimiento de los viñedos de La Pobla de Cérvoles como una auténtica revelación, una inmejorable oportunidad para replantearse su trabajo como viticultor, asumiendo un profundo compromiso con el paisaje de Les Garrigues y con su gente. El proyecto representaba, también, un regreso a los orígenes, sin que ello implicara dar la espalda a los avances tecnológicos del presente (y el futuro).
Así, en 1997, nacía Cérvoles Celler, una bodega concebida para producir vinos de finca de gran calidad, que fueran una clara expresión del territorio en el que se cultiva y con la mirada orientada hacia lo más alto: el primer proyecto de viticultura de montaña que se concibió en Catalunya.
En 1997, los propietarios de la centenaria bodega Castell del Remei, descubrieron las excelentes características de los viñedos de La Pobla de Cérvoles, adquiriendo la propiedad de Cérvoles Celler, con 32 hectáreas de viñas –plantadas entre 1970 y 1989– y una pequeña bodega donde poder elaborar las primeras cosechas.
Para Tomàs Cusiné, entonces un joven e inquieto enólogo que había iniciado su actividad profesional en la propiedad de su familia, Castell del Remei, el hallazgo de los viñedos de Cérvoles representó la consecución de un sueño: poner en marcha un proyecto inspirado en la viticultura de montaña.
Las condiciones que ofrecía Cérvoles alimentaron con la mayor ilusión el sueño de Cusiné: una finca única en tierra de Les Garrigues, a pie de sierra, con diferentes parajes, de terruño calcáreo y pedregoso; viñas con rendimientos muy limitados, pero de gran calidad, que brindan uvas que aportan color, potencia y estructura, con un carácter aromático único y especial; viñedos de cultivo orgánico, en los que se procura potenciar la actividad microbiana en pos de un terreno "vivo"; y una viticultura extremadamente celosa con el cuidado de las cepas, con el objetivo de dotar a los vinos de un carácter nítido y diferenciado.
Una vez constituido Cérvoles Celler, sus responsables iniciaron una amplia reconducción de los viñedos con el objetivo de incrementar la superficie foliar por kilo de uva, desarrollando un meticuloso programa de investigación orientado a documentar con la mayor precisión las características de cada finca y parcela. En la bodega, se mejoraron todos los procesos de vinificación y crianza, para lo que también se adquirieron barricas de roble francés fabricadas por las tonelerías de mayor prestigio.
El esfuerzo y la inversión que significó esta apuesta se vieron justificados cuando se presentaron al mercado, en 1998, las primeras añadas de Cérvoles, que confirmaron el potencial cualitativo de esta zona y revelaron la complejidad y personalidad que imprime a los vinos el microclima de La Pobla de Cérvoles.
En el año 2003, Tomàs Cusiné se alejó de la empresa familiar para desarrollar sus propios proyectos: Tomàs Cusiné (2003) y Cara Nord (2012). Tras consolidar la trayectoria de estas bodegas y revelarse como uno de los viticultores con mayor proyección de Catalunya, en octubre de 2014 Tomàs Cusiné regresó a la compañía de la familia, asumiendo la máxima responsabilidad, la dirección de lo que hoy es un dinámico grupo vinícola, que suma cuatro bodegas.
Desde entonces, el propietario de Cérvoles Celler se ha reafirmado en su firme compromiso con el paisaje, que exige asumir día a día nuevos retos, desarrollando una gestión orgánica regenerativa que pone en foco los varietales autóctonos y mediterráneos, y el carácter de los viñedos singulares en un terruño tan distintivo como el de La Pobla de Cérvoles.
Tendréis ocasión de probar Cérvoles Garnatxa 2015 un vino elaborado con Garnatxa 100 % elaborado como ya os hemos adelantado en una viticultura de montaña a una altitud entre los 700 y los 800 metros a los pies de la Sierra de la Llena, frontera natural con la comarca de El Priorat y la Sierra del Montsant, en una zona de contraste entre el clima mediterráneo y el continental, de baja pluviometría, con vientos suaves que garantizan la sanidad vegetal de los viñedos. Suelos de buena retención hídrica con abundantes gravas y de textura franca-arcillosa idóneos para una viticultura de calidad. La altitud de los viñedos y las noches frescas de Les Garrigues incrementa el grueso de las pieles favoreciendo la concentración de antocianos y taninos a la vez que acentúa la acidez y así su frescura.
Recibiréis tres botellas de Cérvoles Garnatxa.
Costo : 1500 $